domingo, 6 de diciembre de 2015

La Prosa Mediaval

Escuela de traductores de Toledo:
El nombre de Escuela de traductores de Toledo designa en la historiografía, desde el siglo XIII, a los distintos procesos de traducción e interpretación de textos clásicos greco-latinos alejandrinos, que habían sido vertidos del árabe o del hebreo sirviéndose del romance castellano o español como lengua intermedia, o directamente a las emergentes «lenguas vulgares», principalmente al castellano. La conquista en 1085 de Toledo y la tolerancia que los reyes castellanos cristianos dictaron para con musulmanes y judíos facilitaron este comercio cultural que permitió el renacimiento filosófico, teológico y científico primero de España y luego de todo el occidente cristiano. Hoy, la prestigiosa y antigua Escuela de Traductores de Toledo es uno de los institutos culturales e investigadores de la Universidad de Castilla-La Mancha y tiene su sede en el antiguo Palacio del Rey Don Pedro en la toledana Plaza de Santa Isabel. En el siglo XII la «Escuela de traductores de Toledo» vertió principalmente textos filosóficos y teológicos (Domingo Gundisalvo interpretaba y escribía en latín los comentarios de Aristóteles, escritos en árabe y que el judío converso Juan Hispano le traducía al castellano, idioma en el que se entendían). En la primera mitad del siglo XIII esta actividad se mantuvo. Por ejemplo, reinando Fernando III, rey de Castilla y de León, se compuso el «Libro de los Doce Sabios» (1237), resumen de sabiduría política y moral clásica pasada por manos «orientales». En la segunda mitad del siglo XIII el Sabio rey Alfonso X (rey de Castilla y de León, en cuya corte se compuso la primera «Crónica General de España») institucionalizó en cierta manera en Toledo esta «Escuela de traductores», centrada sobre todo en verter textos astronómicos, médicos y científicos.

Alfonso X:
Por literatura de Alfonso X el Sabio se entiende toda la obra literaria de carácter lírico, jurídico, histórico, científico y recreativo realizada en el ámbito del escritorio del rey Alfonso X de Castilla. Alfonso X patrocinó, supervisó y a menudo participó con su propia escritura y en colaboración con un conjunto de intelectuales latinos, hebreos e musulmanes conocido como Escuela de Traductores de Toledo, en la composición de una ingente obra literaria que inicia en buena medida la prosa en castellano. Los manuscritos copiados en el escritorio de Alfonso X son volúmenes lujosos, de gran calidad caligráfica e iluminados profusamente con miniaturas. Estaban, por tanto, destinados a poderosos nobles que pudieran costear la riqueza de estos códices y que compartían el proyecto de uso de la lengua castellana como instrumento político al servicio de la corte, ya que los libros utilizados en Universidades medievales o Estudios Generales eran más baratos, manejables y escritos generalmente en latín, lengua de uso habitual entre los letrados. Sin embargo, la mayoría de las obras alfonsíes se han conservado solo en manuscritos posteriores, menos cuidados, pues los preciosos manuscritos del escriptorio real se perdieron o destruyeron en algún momento. El castellano utilizado en las obras alfonsíes es muy variado. Hay obras que presentan un castellano con influencias leonesas, y otras que presentan una lengua más bien oriental, a pesar de que tradicionalmente se afirmaba que la variedad preferida era la de Toledo. Sin embargo hay que notar que en el terreno de la lírica, Alfonso X usó el galaicoportugués, lengua en la que se escribieron las Cantigas de Santa María.

Obra lírica:
Debidos a la mano del monarca son un conjunto de poemas de «escarnio y maldecir» escritos en lengua galaico-portuguesa (cantigas d'escarnho e maldizer) dirigidos a grandes hombres tanto eclesiásticos como laicos y a otros trovadores. Hay varias invectivas destinadas a Pero da Ponte, poeta de la corte de su padre Fernando III el Santo, que constituirían una disputa cruzada posiblemente en el tiempo en que Alfonso era aún príncipe. El estilo de estas cantigas d'escarnho es burlesco e ingenioso y no se arredra en el tono satírico e incluso procaz contra quienes habían sido oponentes al futuro rey de Castilla. Pero son las Cantigas de Santa María la obra cumbre lírica del rey sabio, y poseen un gran interés tanto desde el punto de vista literario como desde el musical y plástico.

Cantigas a Santa María:
La única producción literaria de Alfonso X no escrita en castellano es esta obra de inspiración mariana y carácter lírico, para la que utilizó la lengua galaico-portuguesa. Muchas de las cantigas de este libro fueron compuestas por Alfonso X de su propia mano. Incluso se percibe un tono personal en algunas de las canciones que adoptan el carácter de himnos de loor a la Virgen. Asimismo, en varias de las narraciones aparece el propio monarca o sus familiares como personajes protagonistas. El texto consta de 427 poemas narrativos y líricos que adoptan una métrica muy variada basada en la estructura de canción con estribillo o rondeau. La mayor parte de ellos relatan un acontecimiento milagroso o de santidad; a modo de episodios legendarios, como era habitual en el género de las vidas de santos. Sin embargo, un diez por ciento de estas canciones son «cantigas de loor», o himnos en alabanza de la Virgen. Estas cantigas de loor se acompañan de la partitura musical, y constituyen uno de los monumentos de la música medieval española.

Obra en prosa:
Antes de 1252, fecha en que fue coronado rey, el príncipe Alfonso, además de escribir las cantigas de escarnio y, muy probablemente, algunos himnos de loor a la Virgen, auspició un libro de cuentos ejemplares (o exempla): el Calila y Dimna. Es este uno de los primeros ejemplos (junto con el Sendebar) de adaptación de la cuentística árabe a la literatura en castellano y, si obviamos los relatos contenidos en las crónicas alfonsíes procedentes de cantares de gesta o leyendas, es la única obra de ficción debida al mecenazgo de Alfonso.

Infante D. Juan Manuel:
Por ser hijo del infante Manuel de Castilla, era sobrino del rey Alfonso X el Sabio y nieto de Fernando III el Santo.1 Quedó huérfano de padre en 1283 y de madre en 1290 cuando tenía ocho años y fue el rey Sancho IV de Castilla su tutor.1 Heredó de su padre el gran señorío de Villena, junto a los de Escalona y de Peñafiel. Posteriormente, en 1330, recibió el título vitalicio de príncipe de Villena merced de Alfonso IV de Aragón. El título pasó a ser de carácter vitalicio y que daría paso a un ducado tras su muerte. Su biografía es bien conocida merced a los trabajos de Andrés Giménez Soler. Fue educado como un noble, en artes tales como la equitación, la caza o la esgrima, pero sus ayos se preocuparon de que aprendiese además latín, historia, derecho y teología; de esta completísima educación hay recuerdos en el capítulo LXVII de su Libro de los estados. Aunque en algunas ocasiones se proclamaba lego en sus obras, tal declaración era convencional y obedecía al topos humilitatis o tópico de la humildad, para compartir la ignorancia de su público por cortesía pedagógica; en realidad era un sabio de conocimientos enciclopédicos, que dominaba el latín y el italiano, aunque no el griego. Su religiosidad era de sesgo tomista, vinculada a la orden de Santo Domingo.3 Literariamente, su formación incluyó la lectura de diversos poemas del mester de clerecía (Libro de Alexandre, Libro de Apolonio...), los tratados de Raimundo Lulio, la obra de Alfonso X (especialmente, la Estoria de España), varios libros doctrinales como la Disciplina clericalis de Pedro Alfonso, y colecciones de sentencias, proverbios y dichos de sabios traducidos de lenguas orientales o del latín al castellano (Calila e Dimna, Sendebar...), etc. Era un gran aficionado a la caza, disciplina a la que dedica enteramente el Libro de la Caça. En él se describe la fauna que le servían de presas en la Laguna de Villena, donde pasaba largas temporadas dedicándose a esta actividad. A los ocho años perdió a sus padres y pudo disponer del amplio patrimonio de su familia; a los doce años participó en la guerra para repeler el ataque de los moros de Granada a Murcia. En la lucha dinástica suscitada en Castilla a raíz de la muerte de Fernando de la Cerda, primogénito de Alfonso X el Sabio, don Juan Manuel se puso siempre del lado de Sancho IV, como también lo había estado su padre, y el rey correspondió a esta lealtad otorgándole su protección. Se casó tres veces, eligiendo a sus esposas por conveniencia política y económica y, cuando tuvo hijos, se esforzó por emparejarlos con personas pertenecientes a la realeza. La primera de sus esposas fue Isabel, hija de Jaime II de Mallorca, con la que se casó en 1299; sin embargo, falleció dos años más tarde. Al morir Sancho IV, incumplió su promesa de proteger a la reina regente María de Molina en la minoría de edad del futuro Fernando IV: los agobió con todo tipo de exigencias y se mostró poco fiel, buscando la alianza de Jaime II de Aragón, para lo cual le pidió en 1303 la mano de su hija Constanza, que aún tenía seis años, por lo que quedaría recluída en el castillo de Villena durante otros seis años, hasta casarse con ella en 1311, cuando cumplió doce años. Durante la minoría de edad de Alfonso XI fue corregente del reino hasta que el propio monarca le obligó a dejar el cargo.

Obra:
Su obra, de carácter fundamentalmente didáctico y narrativo, está en general, impulsada por una gran preocupación sobre la adecuada formación en cuerpo, alma e inteligencia de un perfecto caballero medieval, y por lo general se clasifica en la habitual denominación de "educación de príncipes"; consta de pequeños opúsculos (Crónica abreviada, Libro de la caza, Libro de las tres razones, Tratado de la Asunción de la Virgen María y el Libro infinido o Libro de los castigos y consejos a su hijo don Fernando) y de otras obras de más extensa ambición por las que se le recuerda fundamentalmente, el Libro del caballero y el escudero, el Libro de los estados y el Libro de Patronio o Conde Lucanor.

Novela:

La novela sentimental es un subgénero literario histórico que se desarrolla entre el Prerrenacimiento del siglo XV y el Renacimiento de la primera mitad del siglo XVI. Se incluye dentro del género épico o narrativo y se compone en prosa con versos intercalados, a veces en forma epistolar; posee temática amorosa, frecuentemente dentro de las leyes del llamado amor cortés. Es aquel tipo que trata con profundidad los sentimientos, ya sean amorosos, de amistad o fraternales, y en el que, por lo tanto, las escenas sexuales son más ligeras. Suelen tener un aire más serio que los otros subgéneros, pero también suelen ser más realistas. Tanto pueden estar ambientadas en otra época como en la actualidad. Escritores de novela sentimental son Danielle Steel, Marc Levy, Barbara Wood o V. C. Andrews.

La novela de caballerías es un género literario en prosa, de gran éxito y popularidad en España, Portugal, Francia y la península itálica en el siglo xvi. Se escriben desde fines del siglo xv hasta 1602 y empiezan a perder su popularidad después de 1550. Estas novelas narraban las hazañas o proezas de un caballero. El último libro original castellano, Policisne de Boecia, se publicó en 1602 y la última reedición en castellano anterior al siglo xix fue la cuarta parte del Espejo de Príncipes y Caballeros, publicada en Zaragoza en 1623.

-Ficciones de primer grado: Los hechos tienen más relevancia que los personajes, quienes suelen ser arquetípicos y planos. Además son constantemente traídos y llevados por la acción, sin que ésta los cambie o los transforme y sin que importe demasiado su psicología.

-Estructura abierta: Inacabables aventuras, infinitas continuaciones posibles; la necesidad de hipérbole o exageración, la «amplificación» (cada generación tiene que superar las hazañas, hechos de armas o fama de su padre). Los héroes no mueren, siempre existe un camino abierto para nueva salida. Total falta de verosimilitud geográfica, lógica. Libros larguísimos, de aventuras entrelazadas.





El cuento:


El cuento es una breve narración en prosa. Casi todas las colecciones de cuentos medievales están enmarcadas. El relato-marco sirve de hilo narrativo; puede ser una peregrinación en la que se encuentran varios peregrinos (Cuentos de Canterbury), un diálogo entre un sabio maestro y su discípulo ( El conde Lucanor), etc… Las colecciones de cuentos, durante la Edad Media, se debieron sobre todo a las traducciones a lenguas romances de los cuentos orientales.Muchos cuentos orientales se dieron a conocer en Europa gracias a las traducciones de la Escuela de Traductores de Toledo, creada en el siglo XII por el arzobispo don Raimundo y dirigida en el sigloXIII por el rey Alfonso X , el Sabio .

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