La poesía: los cancioneros
La literatura del S. XV se caracteriza, ante todo, por el elevado número de poetas del que se tiene conocimiento porque sus obras han sido recogidas en las numerosas colecciones de poemas, colectivas o de autores individuales, llamadas cancioneros. En los cancioneros se recogen los poemas de algunos personajes de la Corte, que lucían su ingenio a través de estas composiciones. Importantes recopilaciones son el Cancionero de Stúñiga, el Cancionero de Baena, el Cancionero musical de Palacio y el Cancionero general (1511) de Hernando del Castillo. La poesía amorosa mantiene todavía la influencia de la tradición trovadoresca de origen provenzal. El amor refleja las convenciones del amor cortés y es concebido como un servicio en el que el caballero está sujeto al dominio de la dama. Es una poesía abstracta, de difícil comprensión por el grado de conceptismo verbal. La poesía didáctico-moral se caracteriza por su tono elevado y solemne, en el que las alusiones eruditas y el lenguaje latinizante reflejan el interés por el mundo clásico.
El marqués de Santillana
El marqués de Santillana fue uno de los nobles más poderosos de la primera mitad del siglo. Hombre de letras, reunió en su palacio de Guadalajara la mejor biblioteca de su tiempo. Su interés por la cultura le llevó a estar al tanto de las novedades literarias, haciendo traducir obras latinas e italianas al castellano. El marqués de Santillana fue autor de varios poemas alegóricos de temática amorosa. Entre sus obras destacan la Comedieta de Ponza, poema de contenido poético y moral, y Bías contra Fortuna, una reflexión estoica sobre la vida. Son muy conocidas también sus serranillas, de inspiración popular.
Juan de Mena
Juan de Mena (1411-1456) fue considerado por sus contemporáneos y sucesores como el mejor poeta de su época. Letrado al servicio de Juan II de Castilla, cultivó la poesía amatoria y la alegoría moral. Su estilo se caracteriza por la abundante erudición y por el recargado lenguaje latinizante.
El Laberinto de Fortuna, también llamado Las trescientas, es su obra más ambiciosa. La obra está escrita en coplas de arte mayor, compuestas por estrofas de cuatro versos de doce sílabas, que tienen una fuerte cesura, rima consonante y siguen un rígido esquema acentual.
Jorge Manrique
Jorge Manrique (1440-1479) es autor de varias composiciones de asunto amoroso que siguen con fidelidad los patrones del género cancioneril. Su poema más conocido, sin embargo, son las Coplas escritas a la muerte de su padre. En las Coplas se combinan elementos tradicionales de manera original. Jorge Manrique expresa con lucidez analítica el poder irremisible de la muerte, pero lo hace sugiriendo el final, sin convocar ante la vista del lector el horror de la destrucción. La pérdida de los bienes temporales que conlleva la muerte provoca en el poeta una evocación nostálgica con especial atención al detalle sensorial, que sugiere más el gozo vital que la actitud cristiana de desprecio ante los bienes terrenos.
El poema puede dividirse en tres partes:
En la primera, se hacen consideraciones abstractas sobre la muerte.
A continuación, el poeta se detiene en la evocación de personajes históricos pasados.
Por último, se cuenta la muerte particular del maestre Rodrigo, padre de Manrique.
La composición entera está presidida por una gran sobriedad artística. La sencillez predomina en el lenguaje y en la forma métrica, que sigue el modelo de la estrofa de pie quebrado.Tampoco hay adornos retóricos, ni complicadas visiones alegóricas, sino una simple exposición que va de lo general a lo particular.
La celestina:
La Celestina es la obra más representativa del siglo XV. Con ella se pone fin a la literatura medieval y se anuncia el Renacimiento. En La Celestina se encuentran reunidos el idealismo amoroso procedente del mundo cortesano medieval y el ambiente burgués de las ciudades de la época, los personajes de cuna elevada y el mundo de los criados, el estilo latinizante y retórico y las expresiones más coloquiales.
El asunto
El eje narrativo de la obra son los amores de Calisto y Melibea. Calisto entra por azar en el huerto de Melibea, a la que declara la pasión que ha despertado en él, pero la doncella lo rechaza. Aconsejado por su criado Sempronio, recurre a las artes de una alcahueta, Celestina. Celestina se vale de su capacidad de persuasión y sus artes mágicas para cambiar la voluntad de Melibea, pero, cuando recibe el premio de Calisto, Pármeno y Sempronio la asesinan por no compartirlo con ellos.
Mientras tanto, Calisto continúa con sus encuentros amorosos con Melibea, hasta que una noche cae desde la tapia del jardín y muere. Melibea declara todo lo sucedido a su padre y se suicida lanzándose de lo alto de una torre. La obra termina con el llanto de Pleberio por la muerte de su hija.
La temática
En La Celestina aparecen los tres temas que obsesionaban al final de la Edad Media: el amor, la fortuna, y la muerte. Sin embargo, la perspectiva desde la que se tratan desborda los estereotipos medievales, anticipando un individualismo característico del Renacimiento. El amor: Calisto no es un amante al estilo del amor cortés, aunque lo intenta, sino un egoísta. Melibea toma parte activa en todo el proceso y no se arrepiente. La fortuna: los sucesos son gobernados por la fortuna, pero no se trata de un azar caprichoso, sino que todas las acciones aparecen encadenadas del modo más verosímil.
El género
La obra está constituida por diálogos. Fernando de Rojas siguió el modelo de la comedia humanística, un género nacido en las universidades italianas en las que se imitaba el teatro latino de Plauto y Terencio. No era un teatro para ser representado, sino para ser leído en voz alta, y así lo debieron entender los contemporáneos de Rojas. Desde el punto de vista actual, la obra presenta, sin embargo, rasgos que la acercan a la novela, como su excesiva extensión, o la abundancia de escenas no dramáticas.
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